Nepotismo es corrupción, es delito
Francisco Gómez Maza
Nepotismo, nepotismo. Y qué demonios quiere decir esta palabra tan vilipendiada; tan condenada por la sociedad ilustrada, porque los iletrados, y muchos letrados que se sienten doctores (no es un concepto clasista) no saben nada de ese término, palabra que causa tan profunda preocupación en estos tiempos en los que tener varios familiares, amigos o parientes en el Consejo de la Judicatura del Poder Judicial, por ejemplo, no sólo es un delito, sino una desvergüenza, una desfachatez defendida a capa y espada por influyentes funcionarios, ministros, magistrados, jueces y hasta por grandes millonarios que son los beneficiarios de las acciones de ese poder judicial, porque ha usted de saber, y de hecho ya lo sabe, que las leyes parece que se hicieron para cuidar al rico del pobre y jamás al revés, cuando el pobre es pobre porque ha sido, es y seguirá siendo empobrecido por el rico.
Pero volvamos al nepotismo. El nepotismo es una forma de corrupción, consistente en asignar empleos o conceder favores, en un entorno de trabajo, a familiares y amigos. De esta manera, no se toma en cuenta la idoneidad para el desempeño o preparación para un cargo, sino la cercanía emocional y las lealtades personales. Me han recordado universitarios argentinos, y lo mismo dirían los mexicanos o de cualquier otra nacionalidad, que el nepotismo es una práctica punible por ley en la mayoría de los países democráticos, en especial en la administración pública, dado que existen códigos específicos que regulan el acceso al trabajo en el Estado. El nepotismo incluso violenta la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que en su artículo 21 consagra la igualdad de oportunidades en el acceso a la función pública, dado que ésta es financiada con el dinero público.
Sin embargo, a pesar de lo anterior, por desgracia, en México, la problemática conocida como “nepotismo” se ha practicado por mucho tiempo, sin ninguna dificultad, al grado de existir familias que dirigen por décadas instituciones gubernamentales, partidos políticos y dinastías presidenciales, además sigue estando presente en las tres esferas de gobierno, tanto a nivel federal como local, imperando así en la cultura política de la administración pública en su más amplia acepción. En México, la credibilidad de las instituciones de gobierno, en su conjunto, decayó seriamente en los últimos años de la historia, especialmente en el periodo del reinado del capitalismo salvaje, debido entre otras causas a la falta de impartición de justicia y a una mala percepción de equidad e igualdad en la representación popular de los legisladores de las dos Cámaras que integran al Congreso de la Unión. O sea. No hay justicia. Los encargados de impartir justicia – cuesta trabajo decirlo para no ser injusto. Son… son corruptos. Me van a decir que no todos. Por eso les dije que “cuesta trabajo decirlo…”
Esta percepción ciudadana se debe al beneficio desmedido que algunos servidores públicos han realizado con familiares, tanto consanguíneos como afines, perjudicando la imparcialidad, la honradez, así como el funcionamiento ético del buen gobierno. De esta manera, estas personas con parentesco son privilegiadas por el funcionario público de mayor jerarquía, quien transgrede la ley arropado por el cargo institucional que representa, además de que en muchos de los casos, los familiares que ingresan cuentan con poca o nula experiencia en la administración pública, actuando por ello con negligencia, que muchas veces perjudican la transparencia y credibilidad del cargo que ocupan, así como el notorio conflicto de interés que generan con ello, estando por ello en presencia de una de las diversas modalidades de corrupción. De acuerdo con análisis realizados en el seno de la misma Cámara de Diputados de México. Así que, no lo dude. El nepotismo es corrupción. O sea que el poder judicial es una inmensa olla de corrupción, de podredumbre. Así, el poder judicial es uno de los poderes de la Unión más corruptos, que ha experimentado la sociedad mexicana.
Según el mismísimo Consejo de la Judicatura Federal (CJF), la persona que acumula más familiares en el Poder Judicial tiene 26 parientes trabajando en la misma institución, incluyendo un magistrado, 13 secretarios, dos actuarios y diez oficiales. El 49 por ciento de los trabajadores de este poder tiene al menos un familiar trabajando dentro de esta instancia. De acuerdo con un estudio de diciembre de 2022, “existe un entramado de familiares” que participan en el Poder Judicial, que abarca a 24 mil 546 personas con un pariente en el seno de este poder. El 85.4 por ciento de los magistrados y 67 por ciento de los jueces tiene familiares dentro del Poder Judicial. Los magistrados tienen en promedio 4.7 parientes trabajando en este poder. Asimismo, 23.7 por ciento del personal del Poder Judicial tiene más de cuatro familiares trabajando en la institución. Y así puede usted seguir hurgándole…
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