MC acumula escándalos por vínculos criminales

Diversos casos en estados como Michoacán, Zacatecas y Morelos involucran a figuras políticas en redes del crimen

AGENCIAS/TDN

Los escándalos en Movimiento Ciudadano (MC) han dejado de ser casos aislados para convertirse en una secuencia preocupante. La reciente detención del alcalde de Teuchitlán, Jalisco, José Ascensión Murguía, por presuntos nexos con el crimen organizado, confirmó lo que muchos sospechaban: la relación entre la política local y los grupos delictivos no es una excepción, sino una práctica cada vez más visible.

El problema para MC no radica únicamente en los señalamientos judiciales, sino en la acumulación de casos. La escena en Coalcomán, donde la alcaldesa Anabel Ávila agradeció públicamente a miembros de un grupo del crimen organizado por regalos entregados a menores, retrata una normalización del poder ilícito en la vida pública. Esta escena, presenciada por habitantes y funcionarios, es más que un error de juicio: es una rendición simbólica.

Lejos de tratarse de hechos aislados, los nombres se acumulan en una lista que comienza a ser incómoda. Desde Zacatecas hasta Morelos, exalcaldes, familiares de candidatos e incluso aspirantes con historial judicial, aparecen ligados a organizaciones criminales. Algunos fueron desaforados, otros siguen prófugos, pero todos arrastran consigo la credibilidad de su partido.

La dirigencia nacional tampoco ha escapado al desgaste. Con denuncias en su contra, figuras como Jorge Álvarez Máynez o Dante Delgado han optado por minimizar la conversación. Sin embargo, evadir los temas no borra el impacto político. La narrativa de partido nuevo y limpio empieza a resquebrajarse frente a la falta de autocrítica y mecanismos internos de control.

En tiempos electorales, la responsabilidad no es solo legal, sino ética. MC ha crecido vendiéndose como alternativa, pero si no actúa con firmeza frente a sus propios escándalos, corre el riesgo de repetir la historia de los partidos tradicionales: blindarse desde la cúpula y mirar hacia otro lado mientras la violencia se disfraza de gestión pública.