A ESTRIBOR

Juan Carlos Cal y Mayor

Honor

«Todas las explicaciones del mundo no justificarán el hecho de que el honor de un hombre y, en
última instancia, su vida, haya podido ser entregados a los perros, a costa de un doble
incumplimiento por parte de sus acusadores de las leyes fundamentales de nuestra República, las
que protegen la dignidad y la libertad de cada uno de nosotros». Estas fueron las palabras de
François Mitterrand, presidente de Francia, ante el féretro de Pierre Béregovoy el 4 de mayo de
1993.
Berégoboy fue obrero, revisor en una pequeña estación ferroviaria, luego lider sindicalista y con
una intachable trayectoria de honestidad llegó a ser ministro de Asuntos Sociales, ministro de
Economía y Finanzas en dos ocasiones y jefe de Gobierno entre 1992 y 1993. Cometió el “error” de
pedir en 1986 un préstamo (ante notario público) a Roger-Patrice Pelat, un empresario ya fallecido
que resultó luego cuestionado por un caso de corrupción. Ya en 1993 en plena campaña electoral
del partido socialista, un periódico habría dado a conocer el préstamo que aunque legal, sirvió de
argumento para linchar políticamente a Berégoroy quien prefirió acabar con su vida al no soportar
que toda su trayectoria de una vida reconocidamente honesta fuese cuestionada.

“OTROS SE VENDEN, YO NO”

En abril de 2019, el expresidente Alan García corrió con la misma suerte cuando pretendía ser
detenido en su casa acusado junto con otros expresidentes en el escándalo de los casos de
soborno de la petrolera Odebrecht. Atendió amablemente a los agentes ministeriales y subió las
escaleras al primer piso de su casa, donde se suicidó para evitar el deshonor dejando una carta
póstuma en defensa de su inocencia que su hija Lucía leyó 3 días después ante su féretro. “He
visto a otros desfilar esposados guardando su miserable existencia, pero Alan García no tiene por
qué sufrir esas injusticias y circos” escribió. “En mi caso no hubo ni habrá cuentas, ni sobornos, ni
riqueza… otros se venden, yo no… y finalizó: “Por eso le dejo a mis hijos la dignidad de mis
decisiones; a mis compañeros, una señal de orgullo. Y mi cadáver como una muestra de mi
desprecio hacia mis adversarios porque ya cumplí la misión que me impuse”.

TIEMPOS VIOLENTOS

Ambas reflexiones vienen ahora a propósito en este tiempo en que la lucha política se desarrolla;
no en la discusión de las ideas, el análisis de los perfiles, la experiencia, la preparación y la visión
de un futuro más prometedor; sino inmersa en el lodazal de las campañas mediáticas de
descrédito entre los adversarios para socavar su reputación, una palabra cuya dimensión
pareciéramos desconocer. Esa forma de degradar la política es lo que luego provoca el repudio y la
indiferencia de los ciudadanos que con facilidad reproducen y viralizan esas descalificaciones.
Resulta fácil para los valientes opinadores -a veces desde el anonimato- decir que todos son
iguales, que todo está podrido. El oficio de la política se torna flagelante y resulta que hay que
aprender a soportar -sin hacer gestos- todo tipo de agravios y calificativos. Decía Cicerón: “Nada
corre tanto como la calumnia, nada se lanza con más facilidad, se acoge con más presteza y se
difunde tan ampliamente.”

EL BUEN POLÍTICO

Por eso se dice que el buen político debe ser como el Elefante: Tener la piel gruesa para soportar,
la cola pequeña para que no la pisen, las orejas grandes para saber escuchar, la nariz larga para
olfatear, buena memoria para recordar y pies grandes para no perder terreno. El político y
periodista español, Manuel Azaña, decía que “el gran problema de la política es designar a los más
aptos, los más dignos, los más capaces”. En el contexto actual parece casi imposible. Se impone el
derroche propagandístico, la mercadotecnia y no las ideas.
Y no digo que en la política todo deba ser miel sobre hojuelas. Debe ser debate, contraste,
señalamientos, cuestionamientos, pero hay maneras, solo que no las hemos aprendido. Por eso se
rehuye a cualquier ejercicio que implique encarar, compartir el mismo espacio abiertamente en
diversos foros o espacios mediáticos, cuando se supone que todos los que participan en la política
persiguen los mismos fines pero rehuyen a ello. No hay ejercicios dialécticos. No se construye.

TUXTLA BAJO FUEGO

Lo estamos viviendo ahora -en Tuxtla- en esa suerte de ejercicio, poco transparente,
impunemente inequitativo, sin reglas, sin árbitro, donde el partido dominante -en este caso
Morena- se reserva como acertijo la designación de sus coordinadores -candidatos- de la 4t. Todos
tratando de incidir en un presunto ejercicio demoscópico cuando tras bambalinas se sabe que los
grupos de poder se disputan el territorio y los espacios. Por eso es que en la política así como en la
guerra y en el amor, todo se vale y el fuego cruzado pasa de ser fuego amigo para convertirse en
enemigo, mientras los ciudadanos somos mirones de palo.

PREOCUPA

Preocupa, ocupa, claro que sí. No podemos ser indiferentes para que lo bien logrado en los
últimos seis años por la actual administración municipal no se venga al traste y Tuxtla se convierta
otra vez en botín y en perjuicio de su propio desarrollo. Es nuestra casa grande, nuestro espacio
vital y cotidiano, el lugar donde viven nuestras familias. Y no se trata de quien da más, tampoco de
buenos deseos, sino de tener una buena administración que eficiente los recursos y actúe con
honradez. Quisiera pensar por un rato que de nosotros los ciudadanos depende, pero no es así. A
ver con que nos salen los transformes no vaya ser con una vacilada que eche por tierra todo lo
logrado y lo que falta por hacer…