Materia pequeña o la insubordinación de los materiales


Felipe Victoriano

En el universo abierto por el collage, que comprende una inmensa variedad de soportes y procesos de expresión, existe un principio que perdura como norma común y que de algún modo lo define: el carácter radicalmente impropio de los materiales que soportan la integridad de la obra. Lo más propio del collage, aquello que definiría el arte de su oficio, estaría extrañado, le sería ajeno, tendría otra procedencia que no terminaría nunca de ser reducida por la voluntad de síntesis que imprime el artista. Se trata de una impropiedad constitutiva, que funciona bajo la lógica del injerto, del trasplante, dejando inscrito en el elemento estético los límites de su plenitud ideal. Estos límites son las líneas de corte que organizan la composición. De ahí que la juntura, los bordes a los que se enciman los fragmentos que trazan el espacio compositivo del collage, sean precisamente los lugares donde proliferan las significaciones que más nos inquietan, que más nos cautivan. Materia pequeña, título de la serie de collages e instalaciones objetuales que presenta la artista y académica Alejandra Osorio Olave (Ciudad de México, 1975), tematiza ejemplarmente esta identidad paradójica que apenas esbozamos. Ya el nombre pone a trabajar la impropiedad constitutiva del collage, puesto que, a modo de sintagma, Materia pequeña no nombraría un atributo de los materiales. Es cierto que muchas veces la pequeñez suele desempeñar el rol del complemento, de la cualidad contingente; pareciera no ser el caso aquí: pequeña es más bien una inserción protética, un dispositivo cuyo valor viene dado por la interferencia nominal que emite. Lo interferido es la materia, cuya semántica queda neutralizada por esta vecindad extraña e irreductible, y que tendría por efecto una suerte de regresión, de empequeñecimiento. Si los materiales, los recursos, los objetos que pueblan el mundo del collage son históricos, la materia, que es más primordial, es por tanto prehistórica, anterior a cualquier determinación estética. Tal vez la pequeñez consista ciertamente en esta anterioridad de la sustancia, que es una suerte de infancia de los medios de producción, una edad pre-objetual de los materiales. En este sentido, Materia pequeña no nombra sólo una propiedad o una dimensión física; acaso, otra forma de ser de la materia.
De este modo, habría una especie de potencia alegórica en cada una de las piezas que componen esta muestra, y que buscaría despertar a la significación los restos de esta memoria material. Y es que, a diferencia de la metáfora, que moviliza y transporta, la alegoría condensa, petrifica el instante vivo para convertirlo en imagen. Los collages de Alejandra Osorio poseen precisamente esta transitividad originaria que porta el vestigio detenido en su inminencia gráfica. Algo no termina de suceder y, sin embargo, sucede. Ocurre que las trizaduras del montaje, la fragmentación onírica de los contextos, la figuración animal, por nombrar algunos motivos, no pretenden restituir una forma anterior sino más bien conformarla. A todas las recorre una nitidez inquietante, una brillantez casi escenográfica que contrasta con la profunda intimidad que se logra al reparar en los detalles. Esto queda expresado en una cuidada economía de los ambientes, en un tipo de domesticidad del entorno. Incluso si evoca la intemperie más pura, más descarnada, los collages de Materia pequeña tienen la misteriosa capacidad de hacernos sentir que ingresamos al espacio íntimo de una habitación. Se asemeja a un compartimento hecho de retazos familiares, de grafemas, de símbolos. Luego, las estrías, las hendiduras que surcan el plano, son el mobiliario donde reposa la mirada una vez es contrastada por la luz fría de los grafismos.
Es un contraste que depende de la autora, no cabe duda, de la sensibilidad en concebir el espacio de sutura de las imágenes, pero también de cierto principio de insubordinación de los materiales, que parecen estar intentando desertar de la posición en la que fueron dispuestos. No lo logran; es sólo un efecto del estado de indocilidad alegórica en la que se encuentran suspendidos.