
El gobierno estadounidense condicionó la reducción de tarifas. La falta de claridad mantiene la incertidumbre en los mercados
AGENCIAS/TDN
Donald Trump volvió a dejar en claro que los aranceles no son una herramienta temporal, sino parte integral de su visión económica. Lejos de suavizar su política, el presidente estadounidense aseguró que no retirará tarifas “a menos que nos den algo sustancial”, una declaración que puso a China en una encrucijada diplomática, pero también lanzó señales contradictorias a los mercados globales.
A bordo del Air Force One rumbo al funeral del papa Francisco en Roma, Trump se mantuvo fiel a su estilo: evasivo ante preguntas concretas y confiado en que “todo saldrá bien”. Su retórica reveló una mezcla de improvisación estratégica y cálculo político, en la que la amenaza comercial es también una carta electoral. En este contexto, la definición de “concesiones sustanciales” se convirtió en una moneda de cambio sin denominación clara.
Lo que en un principio parecía una presión bilateral se ha convertido en una política sistémica que castiga por igual a socios y adversarios. Las tarifas al acero, aluminio y automóviles, disfrazadas de reciprocidad, han transformado la política exterior estadounidense en un campo de batalla económico, donde incluso los aliados tradicionales sienten el filo del proteccionismo norteamericano.
Las consecuencias de este enfoque no se limitan al corto plazo. Centros de investigación como el CEPII advirtieron que el deterioro del comercio internacional y la caída proyectada del Producto Interno Bruto (PIB) global son síntomas de un nuevo orden, uno donde la incertidumbre se impone como regla. En un escenario así, las decisiones empresariales se aplazan, el consumo se enfría y el crecimiento global se torna más frágil.
Más allá de las cifras, lo que preocupa es la falta de consistencia. Trump se niega a precisar si ha tenido contacto con su homólogo chino, mientras multiplica los gestos hostiles. La economía mundial observa un estilo de gobierno que privilegia la improvisación sobre la estabilidad, y la confrontación sobre la negociación. El precio de esa apuesta, según los analistas, podría sentirse durante décadas.
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