
Vladímir Putin anunció una tregua en medio de ofensivas activas en la región fronteriza de Kursk
AGENCIAS/TDN
El anuncio de un alto al fuego temporal por parte de Vladímir Putin no ha generado esperanza en Ucrania, sino desconfianza. La promesa de una pausa en los ataques hasta la medianoche del pasado domingo coincidió con nuevas ofensivas en la frontera rusa, lo que reforzó la percepción de que el gesto respondió más a cálculo político que a voluntad humanitaria.
Mientras el Kremlin difundía el mensaje de tregua, sus tropas intensificaban operaciones en Kursk, asegurando el control de Oleshnya y combatiendo en Gornal. La narrativa rusa gira en torno a la “liberación” del territorio, aunque sin verificación independiente de los hechos. En Ucrania, estos movimientos son vistos como una contradicción flagrante a cualquier noción de cese al fuego.
Las autoridades ucranianas no solo desconfiaron de la palabra de Putin, sino que detectaron nuevos drones rusos sobre su territorio el mismo día del anuncio. Para el presidente Volodymir Zelensky, la tregua no es más que otro intento de manipulación, un recurso propagandístico que busca desviar la atención del avance militar ruso con una fachada de buenas intenciones.
Desde Odesa hasta Sumy, los daños de los recientes bombardeos siguen visibles. Granjas afectadas e incendios controlados mostraron que la maquinaria bélica rusa no se había detenido. Aunque el Ministerio de Defensa ruso aseguró que derribó drones enemigos, la intensidad del conflicto parece incompatible con cualquier noción seria de tregua.
La desconfianza no es nueva, pero se intensifica con cada promesa rota. Para Kiev, las palabras de Moscú ya no significan nada sin acciones que las respalden. El canciller Andrii Sibiga lo resumió con claridad: “Esperamos hechos, no palabras”. Y hasta la fecha, los hechos siguen hablando el lenguaje de la guerra. Cada anuncio desde Moscú parece menos una señal de paz que una estrategia para ganar tiempo.
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