
El dominio territorial ya no depende sólo de la violencia. La tecnología permite a los grupos ilegales administrar regiones
AGENCIAS/TDN
La instalación de casi 10 mil cámaras por parte del crimen organizado no sólo expuso un fracaso de seguridad: reflejó una nueva forma de dominación territorial. En 23 estados, los grupos criminales han construido sistemas de vigilancia más extensos que los del propio gobierno, como ocurre en Guanajuato, donde triplicaron los puntos del C5 estatal. Esta red no busca sólo espiar a las autoridades, sino gobernar sin necesidad de estar presente.
La vigilancia criminal equivale a ejercer poder desde las sombras. Controlan entradas y salidas, observan comercios, monitorean enemigos. Esta tecnología les ha permitido administrar territorios, establecer jerarquías y afinar sus estrategias de extorsión o reclutamiento. La violencia ya no es la única herramienta de poder: ahora, la información es su arma más eficaz. El narco no sólo impone terror, sino también orden, bajo sus propias reglas.
Los decomisos recientes de cámaras muestran que las Fuerzas Armadas reaccionan, pero no anticipan. La Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), Marina y Guardia Nacional (GN) desmontan equipos, sí, pero sin atacar la raíz. El desmantelamiento operativo no sustituye la recuperación de gobernabilidad. No basta con quitar cámaras: hay que evitar que se vuelvan a instalar.
El avance tecnológico del narco tampoco es improvisado. Desde drones explosivos hasta centros de monitoreo, estos grupos adoptaron herramientas baratas pero efectivas. La inteligencia criminal se adelantó, mientras el Estado se estancó en respuestas lentas y dispersas. Como advirtieron los especialistas, no es un asunto de fuerza, sino de visión. El crimen actúa con estrategia, mientras el gobierno opera con urgencia.
Este fenómeno no es exclusivo de Guanajuato ni coyuntural. Es el síntoma de un Estado que dejó de ser el único con autoridad sobre la vida pública. La instalación masiva de cámaras reveló que el poder ya no se disputa sólo con armas, sino con datos y vigilancia. Y mientras el crimen vea al territorio como suyo, la pregunta no es cuántas cámaras se han retirado, sino cuánta soberanía queda por recuperar.
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